Julio García Romero: Una vida de compromiso

Julio Gercía Romero: Una vida de compromiso.
por Juan Carlos Arriola en http://memoriabarrioohiggins.blogspot.com




Julio García Romero junto a Juan Carlos Arriola en Laguna Verde 1992



Hace 2 años, el día 19 de Abril de 2005, en la ciudad de Quito, Ecuador, fallecía entre bombas lacrimógenas de alto poder, Julio García Romero, chileno, de profesión fotógrafo y activo militante social.

Esa noche, centenares de personas, entre ellas mujeres y niños, participaban de una multitudinaria marcha pacífica que exigía la dimisión del Lucio Gutiérrez, Presidente de Ecuador en un cuadro de crisis política. Lamentablemente, debido a la represión brutal por parte de la policía y en un intento de auxiliar a un niño, Julio García se expuso a los letales gases lacrimógenos que inundaban las calles de Quito. Pese a los esfuerzos, Julio falleció rumbo al hospital debido a un paro cardiorrespiratorio.

Comparto con ustedes el haber conocido personalmente a Julio García, el año 1992, a propósito de un trabajo que realizó en Valparaíso. Estuvo alojado en casa de un amigo y en varias ocasiones, entre música y aguardiente, pudimos dialogar con él y conocer algo de su multifacética y comprometida vida en favor de la justicia y los derechos humanos, en particular de los pueblos aborígenes de Ecuador, su segunda tierra.

Julio era aficionado a la excursión y las caminatas, de hecho participó en Ecuador en expediciones de carácter histórico. Fue así también que tuvo la posibilidad de conocer y recorrer Ramaditas, desde Calle Cantú hasta Cuesta Colorada. Debido al entusiasmo, terminamos caminando hasta Laguna Verde a través de la Cuesta Balmaceda en el verano del '92.

De su paso por Ramaditas, conservo un cassete de Lucha Reyes, que me regaló y una fotografía al final de la caminata en Laguna Verde.
El gobierno ecuatoriano ha reconocido y valorado su labor y en el segundo aniversario de su muerte y ha convocado e instaurado el Premio Nacional de Fotografía “Julio García Romero”.

Pese al tiempo transcurrido, me pareció importante recordar a Julio y dedicarle este espacio, como agradecimiento por su trabajo en Ecuador junto a las comunidades indígenas y Monseñor Leonidas Proaños, entre otras personas y organizaciones sociales.
Comparto con ustedes, además, un artículo de Luis Sepúlveda, amigo de Julio, quién le dedicó una editorial en Le Mode Diplomatique.


E l “S i e t e”

A Julio García Romero los ecuatorianos le llamaban “Manito”, pero los chilenos del exilio siempre le dijimos “El Siete”, porque tenía solamente siete dedos portentosos, capaces de dibujar, pintar, y lo que hiciera falta para reunir dinero en las campañas solidarias con las compañeras y compañeros que vivían en Chile bajo la atroz dictadura.

Militamos juntos en las filas socialistas, y hoy comparto la tristeza de “Renato”, “Gabriel”, “Pato”, “Rosario”, “Ciro el Pampino” y tantas y tantos compañeras y compañeros que compartimos con él las aventuras del “Taller del Batán”, a dos pasos del taller de Oswaldo Guayasamín, en ese Quito luminoso y solidario que nos recibió con los brazos abiertos y nos permitió curar las heridas abiertas el 11 de septiembre del 73.

Julio García, “El Siete”, bajito y fuerte, con gesto malhumorado para disimular un corazón que se le escapaba por todas partes, y una barba cerrada que no conseguía ocultar su rostro de hombre noble, de compañero de los mejores, amó al Ecuador con pasión y, consecuente, se empeñó en una labor pedagógica muy chilena para dotar a la izquierda ecuatoriana de argumentos de peso en las manifestaciones contra la dictadura de Rodríguez Lara –“El Bombita”-, y los posteriores ѧobiernos que se caracterizaron –salvo el de Rodrigo Borja- por declarar que el país estaba al borde del abismo y que había que dar un paso adelante. El mayor insulto de los ecuatorianos era tratar de “felón” a los canallas, y fue gracias a la pedagogía del “Siete” que muy pronto la izquierda ecuatoriana contó con un respetable inventario de puteadas.

Trabajamos juntos diseñando campañas de alfabetización junto a Vidal Sánchez, para enseñar a leer sus derechos a los indígenas y campesinos de Imbabura. Muchas veces lo vimos furioso frente al inhumano trabajo de los cargadores de la Avenida 24 de Mayo, o frente al discurso de los curas que bendecían la explotación y el sufrimiento en la ciudad de las cien iglesias.

Escribo éstas líneas y veo a mi hermano Julio, “El Siete”, cuando para la navidad de 1977 se le ocurrió fabricar los primeros caballos balancines del Ecuador. Los dibujó, diseñó, cortó, pintó, y salimos con una enorme rebaño de caballitos de madera a ofrecerlos como la novedad del año. No vendimos ni uno, y mientras reflexionábamos si acaso los niños quiteños tenían una incapacidad congénita para la equitación, Julio los ordenó en una impecable formación a lo largo de la Avenida Amazonas, y declaró que habíamos hecho la mejor réplica del Séptimo de Caballería.
Y también lo veo cuando la sed de justicia aconsejó que había que luchar en Nicaragua. Allá marchó “El Siete”, en silencio, y también cumplió en la tierra de Sandino con su deber de socialista.

Muchas veces, mirando desde San Rafael el Valle de Los Chillos y sus cientos de arco iris, comentamos que Ecuador era un hermoso país para vivir y ser felices. “Y también para morir”, agregaba Julio, pues no podía dejar de ver la atroz realidad del latifundio en la idílica naturaleza andina.

En otras ocasiones y mientras nos echábamos unos tragos de ron San Miguel, entonábamos una absurda cancioncilla que “El Siete” adoraba. Era la propaganda de un banco y decía: “este es el Ecuador/ un país lleno de historia/ donde la naturaleza/ puso sabor y belleza”. Sabor y belleza que no conocen el más de un millón de ecuatorianos que se ha visto obligado a emigrar para escapar de la miseria. Esos hermanos latinoamericanos que, gobernados por corruptos como Bucaram, o mediocres iluminados como Lucio Gutiérrez, tuvieron que aceptar la dolarización de sus economías, renunciando con eso a la mínima dignidad nacional de tener una moneda propia, y con cada vez menos dinero para solventar sus necesidades. Por ellos murió Julio. Por ellos dejó la vida “El Siete”.

Julio García Romero era un chileno y más que eso; era un internacionalista de corazón, era un periodista sin más acreditivo que el coraje, era de los que- como dice el poema de Brecha- “los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. Era un socialista genuino, de la escuela de Allende. Era “El Siete”, coño. El Siete.

*Luis Sepúlveda es escritor, adherente de ATTAC y colaborador de Le Monde Diplomatique.
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TRAYECTORIA DE JULIO POR LA VIDA

Julio Augusto García Romero nació el 17 de agosto de 1947, en Santiago de Chile, en una casona vieja del norte de la ciudad. Fue hijo de Lidia Romero Rojas y Raúl Antonio García Garrido.

Su familia era de escasos recursos y su papá murió cuando él tenía unos 4 años; ahí la familia se disgregó y cada uno de los 3 hermanos (Willy, Julio y Manuel) se fueron a casas de familiares. Julio se fue a vivir donde una de sus abuelas, en un cité o conventillo cercano al Cementerio General de Santiago.

No siguió la educación formal, se arrancaba de las escuelas y nunca avanzó mucho en el marco del sistema educativo.

Como a los 16 ó 17 años se fue a la ciudad de Arica, 2.000 kms al norte de Santiago, en la frontera con el Perú. Después de trabajar en diferentes oficios (como ayudante de un empresario, empleado del hipódromo, entre otros) se incorporó al mundo de las fábricas automotrices que se habían instalado en Arica para abastecer el mercado chileno, siendo soldador en la Nissan entre 1965-67, soldador, matricero y supervisor en la fábrica Citroën entre 1968 y 1973. Además, hizo sus estudios secundarios en el Colegio Técnico DECAL entre 1966 y 1972, egresando como matricero

A mediados de los años 50 su madre conoció a don Hernán Cortez Adarme, trabajador industrial y militante comunista, con quien se casó. Julio estableció una gran relación con él y lo quiso como su propio padre, recibiendo muchas enseñanzas de vida que recordó siempre. De ese matrimonio nacieron otros dos hermanos: Nancy y Miguel Angel.

En 1970 fue elegido presidente de la República el Dr. Salvador Allende. Julio se comprometió con el gobierno de la Unidad Popular y apoyó el proceso político y social que impulsaban Allende, los partidos de la UP y los sectores populares. Participó con entusiasmo en sacar adelante la fábrica, que pasó a formar parte del área social de la economía. En ese período además, Julio fue elegido dirigente sindical de la Citroën por sus compañeros de trabajo.

Después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, la casa de Julio fue allanada por los militares en busca de un dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR. El dirigente no estaba en la casa pero se llevaron a Julio, quien pasó varios meses en la cárcel, habiendo sufrido privaciones y tortura como los miles de chilenos que fueron llevados a campos de concentración durante los primeros años de la dictadura.

Al salir en libertad fue seguido y hostigado por lo que decidió buscar mejores oportunidades en la fronteriza Bolivia. No tuvo éxito en Bolivia y regresó a Arica. Los militares nuevamente lo detienen “porque si” y después de eso decide ir más lejos. En principio pensaba llegar hasta Canadá, donde llevaba recomendaciones de sus jefes en la fábrica Citroen, pero el destino quiso que su camino se detuviera en Quito.

Llegó al Ecuador en julio de 1975 y rápidamente fue organizando su vida asentada en Quito. En 1976 ingresó a la carrera de Diseño Teatral en la Escuela de Teatro de la Facultad de Artes de la Universidad Central, para cuyos estudios contó con el apoyo de dos organismos internacionales de solidaridad con los exiliados chilenos: UIEF y WUS. En la Escuela de Teatro encontró un amplio campo para el desarrollo de sus habilidades, participando en el montaje de varias obras de teatro y cine. Entre ellas, hizo el diseño de iluminación de “María Coraje” de Bertold Brecht, que presentó el elenco de la Escuela de Teatro en Quito, Guayaquil y Cuenca en 1978; la iluminación de “Danzas y bailes del Ecuador”, bajo la dirección de Franklin Rodríguez, que representó al Ecuador en el Festival Mundial de Teatro de Caracas en 1978, con la participación del grupo indígena amazónico “Los Yumbos Chaguamangos” y la escenografía, vestuario e iluminación de la obra “Banda de Pueblo” de José de la Cuadra, que también bajo la dirección de Franklin Rodríguez representó al Ecuador en el Festival Panamericano de Teatro realizado en San Juan de Puerto Rico en julio de 1979, como complemento cultural de los Juegos Panamericanos.

En el cine, fue asistente de iluminación en el largometraje francés “Los espejismos del trópico” en 1982, en el largometraje alemán “Nuestro hombre en la jungla” en 1985y director artístico en el largometraje sueco “El tren al cielo” en 1988.

Al mismo tiempo, fue perfeccionando su relación con la cámara fotográfica, gracias al apoyo de su amigo Exequiel Sagredo, y fue especializándose en reflejar el avance de los movimientos sociales. En 1982 entró a trabajar a CEDIS-CEDEP siendo responsable de la fotografía tanto de las diversas publicaciones que se editaron en esos años (sobre las huelgas nacionales, la masacre de Aztra, Monseñor Proaño, la depredación de la palma africana, la población del Valle del Chota y muchas otras) como para el boletín informativo semanal “Punto de Vista”. Como fotógrafo de este medio registró los hechos más importantes ocurridos en el Ecuador y además acompañó todo tipo de entrevistas, a personalidades políticas, a dirigentes sociales e indígenas o a figuras latinoamericanas que visitaron el Ecuador en esa década, como Fidel Castro, Daniel Ortega, Liber Seregni, Tomás Borge, Ernesto Cardenal, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y muchos otros. También mantuvo un constante seguimiento a figuras ecuato-rianas como Tránsito Amaguaña, Oswaldo Guayasamín, Nela Martínez, etc. Además, proveyó regularmente de material fotográfico a diversas publicaciones como el boletín “Derechos del Pueblo” de la CEDHU, el periódico La Tierra del PSRE, a publicaciones del ILDIS, al Diario Hoy, entre otros. En CEDIS fue también encargado del archivo audiovisual, lo que le permitió relacionarse con todo tipo de organizaciones sociales del Ecuador, que a diario llegaban a la institución a solicitar el préstamo de videos.

Como amante de la naturaleza, acumuló también centenares de fotografías de los diversos lugares del Ecuador, ya que recorrió hasta sus más escondidos pueblos y aldeas. Además, le gustaba hacer excursiones por las montañas de la sierra. Por ello, un hito muy importante en su vida fue haber participado en dos expediciones a los Llanganati, en 1991 y 1993, con su amigo Daniel St-Onge, que coordinó y dirigió dichas excursiones. Juntos, además, pensaban hacer la caminata a Santiago de
Compostela que se realiza anualmente en Galicia, España.

Julio ha acumulado miles de fotografías que dan cuenta principalmente de las luchas populares en el Ecuador: las huelgas nacionales contra el gobierno de Osvaldo Hurtado, el No a León, los levantamientos indígenas de los 90, todos los hechos importantes quedaron registradas en su cámara.

En 1991 intentó iniciar una nueva vida en Chile. Su inquietud social lo llevó a visitar permanentemente a las últimas presas políticas de la dictadura que quedaban en prisión, haciendo incluso la foto de la portada del libro de poemas de Belinda Zubicueta, última presa política liberada en 1994. Viajó por diversas ciudades de Chile con una exposición fotográfica sobre los 500 años en 1992 y trabajó en un proyecto para organizar a los recolectores de papeles y cartones en Santiago. Sin embargo no se encontró a gusto con el modelo de sociedad imperante en Chile y en 1993regresó al Ecuador, donde los indígenas y la gente común le llenaban sus sentidos de humanidad, sencillez, respeto y cariño.

En esta última etapa Julio se dedicó principalmente a la producción de audiovisuales, en especial para mostrar el trabajo que desarrollan las diversas empresas campesinas que apoya el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio FEPP, en la sierra, la costa o el oriente. Con su cámara y con el aporte de su compañera Charito Parra produjeron videos en diversos formatos e idiomas sobre las múltiples actividades que impulsa el FEPP en las comunidades campesinas del Ecuador.

Su trabajo anónimo, silencioso, esforzado, constante y consecuente ha significado una siembra que Julio no ha esperado: hoy se le reconoce en todo el mundo y se valora su compromiso con los pobres y con los oprimidos.

Su tarea no ha sido en vano, pero queda inconclusa.


JULIO EN FAMILIA

Luego de un accidente laboral, conoció a Jeannette Torres, con quien se casó en enero de 1972. De ese matrimonio quedan 4 hijas mujeres (Marisol, Paola, Janny y Gabriela) y 10 nietos, todos los cuales viven en la ciudad de Arica, en el norte de Chile.

En enero de 1981, producto de la relación que mantenía con Irma Hidalgo, ecuatoriana, estudiante de Teatro en la Facultad de Artes de la Universidad Central, nació su único hijo varón: Bruno Augusto, que vive en Venezuela.

En septiembre de 1978 fue detenido por pegar unos afiches que llamaban a recordar los 5 años del golpe de Estado en Chile con un homenaje a Salvador Allende.

En 1979, después de la participación en los Juegos Panamericanos de Puerto Rico, vía Panamá y Costa Rica, llegó a Nicaragua con la intención de cooperar a la construcción de una nueva sociedad por parte de la Revolución Sandinista recién triunfante, en donde estuvo 3 meses, regresando al Ecuador en diciembre de ese año.

Luego inició una larga relación de pareja con Rocío Peralbo, ecuatoriana de amplia y destacada trayectoria en la defensa de los derechos humanos, viviendo muchos años junto a Karol y Tania, en cuya crianza y desarrollo participó como verdadero padre.

En 1994 formó pareja con la periodista ecuatoriana Rosario Parra “Charito”, relación de la que quedan dos hijas pequeñas: Sisa de 9 años y Sami de 4 años.



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Acerca de mí

Barrio O'Higgins, Valparaíso, Chile